Un muro de tapial de hormigón continuo protege y regulariza todo el perímetro del recinto al que se accede a través de una puerta «umbráculo» que asume el carácter simbólico: Ciudad para el deporte. El espacio queda así bien definido, amurallado al modo de las aldeas características del paisaje de La Mancha, aunque con otra escala.
En el interior, una excavación de 1,60 m a lo largo de parte del terreno permite diferenciar dos grandes plataformas en donde se sitúan en peine los cinco campos de juego orientados norte-sur: una con superficie de tierra sobre el nivel natural del terreno para los campos dedicados al fútbol base y otra de hierba sobre la excavación para el campo de competición y el de entrenamiento de la primera plantilla .
Sobre el vaciado se sitúa longitudinalmente en entre ambas plataformas toda la infraestructura de vestuarios y dependencias a modo de espina dorsal que atraviesa el recinto de principio a fin quedando en la cubierta a 1,60 m. por encima de los campos de tierra, una calle pública de acceso a las gradas, desde donde se puede «ver sin interferir» en las actividades deportivas, delimitando claramente las funciones: el uso de los dos tipos de campos, los vestuarios y el público.
Así los 2.500 m2 construidos que requiere el conjunto dedicados a: vestuarios, entrenadores, árbitros, primera plantilla, zona médica y de rehabilitación, aseos públicos y almacenes: no se hacen patentes como edificación sino más bien como una suma de pasarelas, porches y lucernarios que estructuran, separan y unen a la vez todo el conjunto.
Dos grandes estructuras marcan el principio y el fin de la pasarela de público: la gran puerta de acceso y la cubierta del polideportivo que vuela sobre la pasarela al fondo que se remata mediante una loma con tierra procedente de la excavación de los campos de hierba, plantada de pinos para cerrar visualmente el recinto.
La construcción se ha realizado dentro de una economí́a estricta a base de hormigón, acero e instalaciones vistas con soluciones constructivas que aseguren la máxima durbilidad y el fácil mantenimiento en previsión de que no se degrade con el uso, manteniendo en lo posible intacto el valor patrimonial que supone este conjunto para la ciudad.