Frente a la dispersión de bloques funcionales caracterí́stica de la «Arquitectura moderna» en este tipo de proyectos, se plantea recuperar el concepto clásico de asentamiento con disposición cerrada y atrio central: construir en el borde, desplegando todo el programa común a lo largo de los lí́mites de la parcela disponible como una muralla construida, liberar el interior para el deporte y el recreo, patio común catalizador de la idea de «espacio público para la educación y la convivencia» y finalmente volado sobre este, a modo de puente, disponer en un bloque funcional de dos alturas las series repetidas de aulas. El conjunto adquiere así́ una total autonomí́a frente a la trama construida del ensanche que lo rodea, no solo por su densidad y escala sino por su rotunda configuración arquitectónica, ensanche al que solo se abre a través de una pequeña plaza de acceso como continuación de una de sus calles, reafirmando su carácter público en el lí́mite entre la ciudad y la huerta.
El carácter repetitivo del programa, la necesaria economía de espacios «servidores» en este tipo de centros, y la escala de la intervención, condicionan las soluciones adoptadas que tienen que ver con la fabricación en serie de elementos constructivos sistemáticos: la estructura portante, los cerramientos exteriores de tapias y celosí́as, las particiones internas de mamparas de vidrio y cerámica así́ como el tratamiento uniforme continuo a base de grandes paños de estuco blanco remiten a una cierta inmaterialidad que refuerza la idea del proyecto.